La Suerte Es Una Ilusión

Solía creer que la victoria estaba escrita en las estrellas—una secuencia mágica solo para los afortunados. Crecí en Chicago, donde mi madre bailaba samba los domingos y mi padre recitaba jazz como oraciones. No teníamos dinero, pero sí ritmo. Cuando probé el bingo en línea, compré cinco cartones de golpe—creyendo que el siguiente sorteo era mío. No lo fue. Pasaron tres meses. Luego seis. Luego un año. Vi cómo otros celebraban—pantallas iluminadas con patrones dorados, extraños compartiendo capturas como pasos de danza sagrada. Una noche, solo en mi apartamento, me detuve. Y luego… escuché. El RNG no mentía. Los números no eran aleatorios—eran rítmicos. Cada pérdida fue un compás. Cada fallo—un paso atrás en la línea de samba. ¿Una victoria? Un destello que surge cuando sigues bailando—even cuando nadie aplauda. Esto no es juego de azar: es ritual.